"...desde que empecé la redacción de El tambor de hojalata...Mi
cuarto de trabajo era al mismo tiempo sótano de calefacción de nuestro diminuto piso
de dos habitaciones, situado
encima. Con el proceso de escritura engranaba mi actividad como calefactor. Cuando mis
trabajos en el manuscrito se atascaban, iba con dos cubos a traer coque de un cobertizo de la parte delantera de la casa. Mi
cuarto de trabajo olía
a paredes mohosas y, nostálgicamente, a gas. Aquellas paredes chorreantes alimentaban el río de mi
imaginación. Es posible que la humedad del cuarto favoreciera el ingenio de
Óscar Matzerath.
A veces
creo que el hecho simple, pero que afligía a mi padre y mi madre,
de no haber hecho el bachillerato me protegió. Porque con el bachillerato
hubiera recibido sin duda ofertas de trabajo, me hubiera
convertido en redactor del programa de noche, hubiera guardado
mi manuscrito comenzado en un cajón y, como escritor fracasado, hubiera
acumulado un rencor creciente hacia todos los que se
expresaban escribiendo libremente a su aire, mientras el Padre
celestial los alimentaba."
Sin embargo, todavía en París empecé los
primeros trabajos para la novela Años de perro... No obstante, en aquella época
era ya famoso y no tenía que alimentar la calefacción con coque mientras
escribía. Desde entonces escribir me
resulta más difícil."
Günter Grass
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