jueves, 12 de noviembre de 2015

"Las gallinas están hartas de denunciar en las comisarías que la gente les roba los huevos"

Gómez de la Serna

EL ILUSTRE HIDALGO RAJOY



     Hay algo en Mariano Rajoy de Quijote, es alto y desgarbado como éste, adopta un porte sereno en sus intervenciones, aún cuando se le desmorona el patio, y aunque son muchas las batallas perdidas, no decae...su porte, su serenidad.

     El lunes pasado, tras el debate parlamentario en Cataluña, donde se iniciaba la desconexión con España, salió a hacer una declaración institucional, donde venía a decir que empleará "todas las armas" del Estado de Derecho para acallar dicha proclama, puso el dedo en alto, pausó su mensaje más si cabe, y como advirtiendo al enemigo que si no depone su actitud, empleará su lanza y su rocín.


     
     Como Alonso Quijano, es un hombre tranquilo de una ciudad provinciana, de costumbres asentadas y comida, puro y pacharán el domingo con los amigos, tras la misa de  doce, pero por alguna extraña razón entró en esto de la política y le trastornaron los sesos, y además  un día , como por encantamiento fue designado por el dedo del mago Aznar como el heredero en la tierra de toda la caballería andante, para defender el reino de los enemigos y de los peligros que acechan por doquier.

     "Alonso" está cansado, pero no ceja en sus batallas,  lleva una pesada losa a sus espaldas, que asume con resignación y cerrazón, a pesar de los problemas de fuera y de dentro de su casa, de su ama de llaves, Bárcenas, que esquilmó toda su hacienda llevándosela consigo, poniendo en entredicho al Ilustre caballero,  faltándole manos para atender tantos desvaríos.

     Algunas tardes, cuando el día tiende a recogerse, le gusta reclinarse en su sillón, estirar las piernas, desabrocharse su corbata,  quitarse la chaqueta, acariciar su galgo, que viene a "ronronear" a los pies de Mariano, cortar un habano, tomarse un whiski y hablar con su escudero, Sáenz de Santamaría, la única persona que le entiende, que le queda, a quién se muestra cómo realmente es, sin armadura, sin chanzas. Entonces aclara la voz, paladea el humo de su cigarro, y habla de libros de caballerías, que es lo que realmente le gusta, mirando a la ventana, cuando empieza a correr una suave brisa por los jardines de la Moncloa, se le refrescan las ideas, cura sus heridas, y susurra  canciones de juventud, como cuando era un prometedor estudiante, declinando la jornada, con su escudero y su galgo, el rocín recogido, la lanza en la vitrina...hasta el próximo día donde no se sabe que aventuras le depararán...da una cabezada acompañada de un leve ronquido.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Si los políticos leyeran más y hablaran menos y se escucharan menos a sí mismos, y dejaran de tener orgasmos con sus propios discursos, la de problemas que nos ahorrarían

lunes, 9 de noviembre de 2015


     "...desde que empecé la redacción de El tambor de hojalata...Mi cuarto de trabajo era al mismo tiempo sótano de calefacción de nuestro diminuto piso de dos habitaciones, situado encima. Con el proceso de escritura engra­naba mi actividad como calefactor. Cuando mis trabajos en el manuscrito se atascaban, iba con dos cubos a traer coque de un cobertizo de la parte delantera de la casa. Mi cuarto de trabajo olía a paredes mohosas y, nostálgicamente, a gas. Aquellas pare­des chorreantes alimentaban el río de mi imaginación. Es posible que la humedad del cuarto favoreciera el ingenio de Óscar Mat­zerath.

    A ve­ces creo que el hecho simple, pero que afligía a mi padre y mi ma­dre, de no haber hecho el bachillerato me protegió. Porque con el bachillerato hubiera recibido sin duda ofertas de trabajo, me hu­biera convertido en redactor del programa de noche, hubiera guardado mi manuscrito comenzado en un cajón y, como escritor fracasado, hubiera acumulado un rencor creciente hacia todos los que se expresaban escribiendo libremente a su aire, mientras el Padre celestial los alimentaba."
     
Sin embargo, todavía en París empecé los primeros trabajos para la novela Años de perro... No obstante, en aquella época era ya famoso y no tenía que alimentar la calefacción con coque mientras escribía. Desde entonces escri­bir me resulta más difícil."
                                                                            

                                                                                   Günter Grass