martes, 24 de febrero de 2015

EL BARÓN RAMPANTE de Ítalo Calvino





   

Una ventosa tarde de verano, el 15 de junio de 1767, el barón Cósimo Piovasco de Rondó a la edad de doce años, sentado a la mesa familiar a la hora del del almuerzo y tras negarse rotundamente a probar un plato de caracoles, y en acto de rebeldía,  toma la decisión más importante de su vida: encaramarse a un árbol del jardín familiar y vivir así, rampante y errante, el resto de sus días, en la copa de los árboles de su localidad de Ombrossa.

     Asistimos así a las peripecias de uno de los personajes más curiosos de la literatura, donde observamos, desde un plano cenital, el mundo y todos los acontecimientos sociales y culturales que ocurren a su alrededor,  en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, narrados por su hermano menor.

     Tomando el modelo  roussoniano de la libertad en la Naturaleza, del hombre bueno por instinto natural, Calvino crea un personaje, que vive hasta el final de sus días fiel a sus principios y creencias, que se aleja, desde muy joven de los convencionalismos sociales y rígidos de la época que le toca vivir y que se podrían extrapolar a cualquier época. Crea un micromundo en la copa de los árboles, cuya mayor premisa es no tocar, bajo ningún concepto tierra firme, pase lo que pase, y donde aprenderá a cazar, a lavarse, a dormir, a pescar, a pensar y desde donde se enamorará de la "sin par" Viola, la hija de los marqueses de Ondariva y nobles de Ombrosa, vecinos de la finca de sus padres.

     El libro no adolece de momentos cómicos, cargados de ironía, como cuando conoce al bandido más temido del lugar, Gian dei Brughi, temerario y peligroso y que al entrar en contacto con Cósimo descubre la lectura hasta convertirla en su más alta pasión, hasta tal punto de  que dos correligionarios de su banda le amenazan con quitarle el libro Clarisa, que lee con denuedo,  del que vive pendiente  si no accede a perpetrar un robo con ellos.

     Desde la posición privilegiada que ocupa conocerá a agricultores, bandidos, piratas, mujeres, exiliados españoles, desde ese ojo de halcón que representa, evitará los incendios del lugar y ejercerá cuando le toque por herencia, el título nobiliario de su padre, de olmo en olmo y de nogal en nogal.

     Un texto aparentemente sencillo, una visión humanista de la vida, donde prima el amor a la naturaleza, la vida en libertad, donde se conjeturan comparaciones con la vida de Calvino y su relación con el partido comunista en el que militaba y del que se separó tras los incidentes de Hungría, donde se mira la vida de una posición separada pero no por ello menos comprometida, "Era un solitario que no evitaba a la gente. Al contrario, se habría dicho que sólo la gente le importaba" "Las empresas más osadas se viven con el alma más sencilla".

     El barón irá adquiriendo un rango entre la gente del lugar, hasta convertirse en una especie de tótem, de oráculo, de semidios y entre sobreprotector..."En realidad, había nacido como una superstición entre la gente del pueblo, la de que llevarles una ofrenda al barón daba buena suerte".

     Conocerá la masonería, participará de la Revolución que importan de Francia diciéndose "existían también entre nosotros todas las causas de la Revolución francesa. Sólo que no estábamos en Francia, y no hubo Revolución. Vivíamos en un país donde se verifican siempre las causas y no los efectos " o " Ya se sabe que los revolucionarios son más formalistas que los conservadores", dialogando entre otros personajes con Napoleón de camino a una de sus campañas.

     Es un libro que bien podría ser un canto a la libertad, de pensamiento y de vida, donde el hermano-narrador al final del libro se lamenta de haber sido "siempre un hombre sosegado, sin grandes impulsos o manías, padre de familia, de linaje noble, ilustrado de ideas, respetuoso de las leyes...pero dentro ¡qué tristeza!", y que termina con un final a la altura del personaje y de su historia , donde el barón se despide de la forma más poética que imaginarse pudiera.